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Reía, quizás, con tal fuerza que las lagrimas no tardaron en saltársele de los ojos. Algo había en ese día que le provocó tal reacción, en realidad para que engañarnos, no reía, lloraba pero ella quería reír.

A veces los recuerdos invaden nuestra mente nos violan todo tipo de derechos, como el de sonreír, el de sentirse bien y en paz, con los actos, con las noches en vela, con todo.

Está cansada de llorar pero ese nudo no desaparece, la atraganta, la deja sin aliento segundos, minutos, horas.

La noche es larga, fría y solitaria, como ese desierto en la noche, como aquellas cabezas huecas que no son capaces de hacer nada de derechas, como esa playa bañada por la blanca niebla que ahora, en este preciso momento, a ella le permite no ver más allá de lo que pueda sentir... para poder descansar, por esta noche... está bien, el dolor se fue con su recuerdo.